martes, 7 de diciembre de 2010

Chat prohibido

Un día me dijo que era vidente, y no es que no le creyera, pero me muestro generalmente bastante incrédula respecto a estos temas. Lo que no veo, no existe para mí. No digo que debiera haberle creído sólo porque le estimaba ya que en mi opinión la amistad y la confianza son muy importantes, pero simplemente hice un esfuerzo y le di el beneficio de la duda. ¿Y si era yo la que estaba equivocada?. No volvimos a hablar del tema hasta que un día volvió a aparecer en el chat donde estábamos hablando y me envió un privado. Era una de esas ventanitas que sólo podíamos ver ella y yo. Absolutamente privado.
ELLA – Hola, ¿seguimos el tema?
YO – ¡Vale! Pero no creo que puedas convencerme, ya sabes… me cuesta creer estas
cosas.
ELLA – No pretendo convencerte de nada, pero nací con ciertos dones y tampoco tengo
intención de ocultarlos al mundo.
YO – Eso debe estar bien.
En realidad no sabía qué decirle. ¿Estaba bien? En fin… poco podía decir yo al
respecto.
ELLA – Está bien, pero no siempre. Cuando tengo una visión acabo agotada.
YO – ¿Te supone un esfuerzo?
ELLA – Sí, bastante esfuerzo.
YO -¿Y por qué lo haces?
ELLA – No es algo que se elija, se nace con ello.
Hubo un silencio en el que ninguna de las dos parecía saber qué decir. Miré el canal
donde nos habíamos conocido siete meses atrás. Estaban hablando de las próximas
vacaciones de verano.
ELLA – ¿Sigues ahí?
YO – Sí, ¿no puedes verlo? .-Bromeé.
Entonces dijo algo que me asustó.
ELLA – Sí, puedo verte.

Tragué saliva y pensé, vaya, me está tomando el pelo y yo caigo como una tonta.
Sentí un escalofrío pero decidí presionarla.
YO – ¿Ah, sí? Pues dime… ¿con quién estoy?
ELLA – Sola
Bueno, eso podía haberlo comentado antes en el chat y que ella lo hubiese leído.
Decidí seguir con aquello como si se tratara de un juego.
YO – Dime algo que me sorprenda. Algo que veas en mi habitación.
ELLA – Veo que tienes algunas de las teclas de tu ordenador borradas. Tecleas rápido.
YO – Ya, pero eso puede pasarle a cualquiera. Las letras de los teclados se borran.
ELLA – Tú tienes borrada la A, la S, la L y la M.
Miré mi teclado más curiosa que horrorizada, pero de la curiosidad a la ansiedad
hubo tan sólo un instante. Ya no me hacía tanta gracia el juego. Mi condición de
incrédula, no obstante, me hizo ir más allá.
YO – Amiga… estoy segura de que casi todos tenemos las mismas letras borradas. Dime
algo que sorprenda de verdad.
ELLA – ¿Por qué quieres seguir con esto si no me crees?
Buena pregunta, pensé.
YO – Igual para conocerte un poquito más, o para experimentar algo que no haya
experimentado antes.
En ese momento supe que ella sonreía desde su lado del monitor. Internet es un sitio curioso. Estás en tu casa, en camiseta de tirantes y pantalón corto, descalza y con el ventilador puesto cuando al otro lado de la pantalla alguien te habla abrigado hasta el cuello, con un par de calcetines y la estufa puesta porque tú estás disfrutando del inminente verano y ellos aún están pasando el clima del invierno.
Mi amiga se había mostrado siempre amable, abierta, simpática y con un buen sentido del humor. Se podía decir que coincidíamos en todo menos en este tema. No nos gustaba el fútbol, adorábamos las comedias, nos encantaba Oscar Wilde, ambas habíamos visitado Orlando, a las dos se nos había muerto el padre… ¡eran tantas cosas las que nos acercaron y nos hicieron grandes amigas!.
ELLA – ¿Cómo llevas el libro? –Preguntó de pronto.
YO – ¿Qué libro?
ELLA – El que tienes encima de la mesa… déjame ver… La fuerza bruta, de John
Steinbeck.
Miré a mi derecha con los ojos como platos. ¿Se lo había dicho? ¿Le había dicho que lo había empezado o que iba a leerlo? ¿Le había dicho que solía poner los libros en mi mesa porque me encantaba mirar una y mil veces las portadas de los libros que me estaba leyendo? Evidentemente, la respuesta debía ser sí.
YO – Acabo de empezarlo.
Lo escribí sin dejar notar nada sobre mi –todavía- sorpresa.
ELLA – Yo no lo he leído.
YO – Ya te diré qué me parece.
En el chat general el tema de conversación giraba en torno a las lanchas motoras. No me pareció más interesante que mi conversación en privado y me puse a pensar qué podía preguntarle para descubrirla o rendirme a sus pies definitivamente. Pero habló ella.

ELLA – Alguien va a llamar a la puerta.
YO – Ah, pues ve, te espero.
ELLA – No. Es en tu casa.
Sonreí incrédula. Iba a poner una risa (jajajaja) cuando sonó el timbre. Miré hacia la puerta de la habitación. Mis ojos volvieron a la frase premonitoria de mi amiga.
YO – Ahora vengo.
ELLA – Ok.
Llegué hasta la puerta y miré por la mirilla. Un vendedor de alfombras.
- No me interesa. –Dije para no tener que abrir.
El chico dijo algo que sonó despectivo y se marchó a otro piso.
Volví al chat.
YO – ¿Cómo lo sabías? Era un vendedor de alfombras.
ELLA – Te he dicho que puedo verte.
Sopesé la posibilidad de que tuviera razón pero mi sensatez lo negaba una y otra vez. No había nacido yo para creérmelo todo, y menos aún aquello que escapaba a la lógica. Mi amiga no sólo estaba en su casa, sino que estaba en otro país y teníamos distinta franja horaria.
ELLA – ¿Sabes? Algo me dice que debo seguir mirándote. No te asustes pero…
YO – pero???????
ELLA – Es que no sabría explicártelo. Generalmente tengo visiones premonitorias, otras veces, como hoy, puedo provocar el verte. Aparecen imágenes frente a mí y te veo, veo tu habitación, pero esto supone un gran esfuerzo. Me duele la cabeza.
YO – Ya, pero… ¿y el “pero” que decías?
ELLA – Es que no quiero asustarte pero presiento algo raro.
YO – Ahora sí que me estás asustando.
¡Pero qué poca firmeza tenía, por Dios! ¡Ahora estaba asustándome de verdad! Yo, la
incrédula, la que si no ve, no cree. Me sentía agitada. Quizás se debía a que eran
pasadas las diez de la noche ya, estaba sola en casa y la última persona que había
visto había sido un desconocido poco amable desde una mirilla. Al menos aún podía
escuchar el volumen alto de un televisor. Era mi vecina, una viejecita que estaba
algo sorda.
YO – No sé pero… quizás deberíamos cambiar de tema.
YO – No es que me hayas convencido pero…
ELLA – No te preocupes, te entiendo. ¿Tengo tu permiso para seguir observando?
YO – Claro, pero que conste que no tengo tan claro que puedes verme. Mi sesera me
impide creerte.
Miré de nuevo el chat para ver si surgía algún tema en el que pudiera involucrarme
pero estaba parado. Había unos siete miembros en el chat y ninguno de ellos hablaba.
Todos estaban en privados. Miré la ventanita del privado de mi amiga.
Iba a escribir algo cuando ví que ella se me había adelantado.
ELLA – Cielo, ahora te asustes pero, no estás sola.
Sentí un escalofrío en mis piernas y mis brazos. Tanto se erizó el vello que me
dolió. ¿Cómo se podía calificar a una de “cielo” para luego decirle que no estabas
sola en la habitación?.
YO – ¿Qué quieres decir? Me estás poniendo nerviosa.
ELLA – No puedo identificarle pero está detrás de ti
YO – Por favor para
ELLA – No se mueve casi, no te asustes, déjame observarle.
YO – Estoy asustada.
Ahora sí que lo estaba. Miraba la ventana. Oscuridad total. No me atrevía a girarme
hacia atrás. ¿Y si veía algo que no quería ver? ¿Y si allí estaba mi amiga? ¡u otra
persona! Eso aún era peor… comencé a notar un nudo en la garganta. Hubiera querido
ser más valiente o más cobarde y llorar, pero estaba estancada en mi propia lucha
para creer o no creer.

ELLA – ¿Notas frío a tu alrededor?
Su pregunta me llegó casi cuando estaba a punto de apagar el ordenador y encender la
luz del techo para meterme rápidamente en la cama y olvidarme del tema.
YO – Estamos a más de 30 grados.- Le informé.
ELLA – Ok. Es que no consigo entrar en él.
YO – ¿¿¿EL??? ¿entrar??
ELLA – Se muestra como una estatua por eso no me deja descubrirle. No sé si es bueno
o tiene malas intenciones. Sólo sé que está ahí, estático.
YO – Yo no veo a nadie… esto no me gusta.
ELLA – Ya te dije que no te asustarás, cielo. Además, yo estoy contigo.
YO – Sí, a miles de kilómetros de distancia.
Entonces lo noté. Una especie de roce helado, como si hubieran puesto una mano sobre
mi brazo. En la zona donde la sentí el pelo de mi brazo se erizó. Completamente en
alto. El resto de mi cuerpo no notó nada.

YO – ¡Está pasando algo!
ELLA – ¿Qué??
YO – He sentido un frío helado en mi brazo.
ELLA – Tranquilízate.
YO – Se me ha erizado el pelo, tengo una extraña sensación.
Comenzaba a ser pánico.
ELLA – Cielo, tranquila, hazme caso.
YO – Esto es muy raro
YO – Estoy asustada
YO – Necesito tranquilizarme, estoy…. joder!
YO – joder joder joder joder joder
ELLA – ¿Quieres dejar de escribir?
YO – joder joder joder joder joder
ELLA – Te va a dar una taquicardia, tranquilízate.
Y entonces noté un soplo frío en un mi cuello, como si me hubieran tirado el aliento.
YO – ¿Qué significa el frío del que me hablabas?
ELLA – El frío lo transmiten los muertos cuando se acercan, generalmente algo
enfadados o…
YO – ¿OOOOOO??????????
ELLA – violentos
YO – ¿VIOLENTOS?????
YO – Joder ayúdame, qué hagooooooooo?????
ELLA – Tranquilízate, yo no lo he visto moverse.
YO – ¡Haz algo!
ELLA – Cielo ¿quieres tranquilizarte?
YO – ¡Hay alguien conmigo joder! Tengo un muerto tirándome su aliento en mi espalda,
estoy acojonada estoy asustada estoy llorando
ELLA – Cielo…. ¿te importaría escucharme? Deja de escribir y lee esto
Hice un esfuerzo. Para mí escribir suponía no mirar atrás y leer palabras, ya fueran
suyas o mías, sentirme menos sola en mi habitación.

ELLA – No hay nadie, cariño.
YO – Lo dices para tranquilizarme.
ELLA – NO HAY NADIE
YO – Está aquí, lo siento, lo presiento lo notooooooo
ELLA – Ok. Escúchame. Era broma.
YO – ¿Broma????
ELLA – Quería demostrarte que no existen los incrédulos, cálmate por favor. Yo no veo
nada, es cierto que a veces tengo visiones premonitorias, como cuando han llamado a
la puerta, pero no puedo obligarme a ver a nadie.
YO – pero yo siento algo
Esto último lo escribí con lágrimas en los ojos y más asustada que nunca.
Sus palabras no me tranquilizaban. Las lágrimas a veces me impedían leer bien pero
me las quitaba restregándome en segundos los ojos o apretando los párpardos para que
salieran disparadas y dejaran de molestarme.
ELLA – Voy a llamarte por teléfono.
Pocos segundos después sonaba el timbre del teléfono. ¿Había hecho ella misma una
conferencia para convencerme de que no existían las videntes ahora que ya me lo
había creído?. Fui a descolgar pero ocurrió algo que congeló mi mano en el aire.
ELLA – Cielo, no puedo llamarte sin desconectar esto. Sólo tengo una línea. ¿Puedo
llamarte o prefieres que sigamos aquí?
Cuando ya tenía puesta la mano en el auricular ví su privado. ¿Cómo podía escribirme
y llamarme a la vez? Miré el identificador de llamadas antes de descolgar. No había
número, era anónimo. No era ella. Eso lo tenía claro después de haber visto el
privado.
Respiré hondo y dudé entre contestar al privado o descolgar el teléfono. Me decidí
por la llamada.
- Dígame.
- Tu amiga va a a morir mientras tú escuchas este mensaje.
Jamás había sentido tanto miedo y jamás en mi vida mi corazón había dado un vuelco
tan grande ni mis piernas –aún sentada- me habían fallado con tal rapidez. Me hice
de mantequilla. Comenzó a darme vueltas la habitación y luché por recuperar el
aliento.
De pronto la línea se cortó y comenzó el molesto pitido de “comunicando”.
Solté el auricular como si me quemara en las manos.
Volví rápidamente al chat, al privado. Tecleé tan rápido que lo escribí todo mal.
YO – ?ESta`s ahí´?
YO – respondeeee!!!!
YO – responde por favvor!!!!
YO – ¿no me lees¿¿¿
YO – DI ALGOOOOOOOO
Histérica, cogí mi agenda y marqué su número de teléfono. Yo sí tenía dos líneas y
podía permitirme permanecer en internet mientras le llamaba. Conseguí comunicación
con el extranjero y esperé… esperé nerviosa, mordiéndome el labio, más agitada que
entera, más asustada que nunca… prácticamente bailaba en mi asiento.
Pero no contestaba.
Colgué furiosa pegándole tal golpe al auricular que pensé que me habría cargado el
teléfono. Volví al privado y traté de que mi amiga respondiera. No lo hacía. Al
final apareció un mensaje en mi privado. En su ventana.
ELLA – Ahora sí te veo. No tengas miedo. Sólo me quedaré un momento.
Sentí un escalofrío que me recorrió la espina dorsal. El chat me indicó que tras
escribir esa última frase, mi amiga había salido del chat. Ya no estaba allí. No se
había despedido de nadie, ni de mí, ni del resto de los miembros del chat. Había
desconectado.
Miré fijamente la pantalla que sólo se movía ahora en el chat general. Ni siquiera
sé de qué estaban hablando. Para mí todas las líneas no tenían significado, sólo
podía mirar su último comentario del privado. “Ahora sí te veo. No tengas miedo.
Sólo me quedaré un momento”.

Entonces lo entendí.
Comencé a llorar desesperada.
Mis manos corrieron a mis ojos y lloré sofocada, entendiendo que mi amiga había
muerto, que era yo la que había tenido el presentimiento y la premonición, y que
ahora ella estaba a mi lado. Esta extraña comprensión me hizo girarme y mirar mi
habitación vacía. No quería creer que no estuviera allí. No podía, no después de
todo….
Una caricia, tan suave que apenas era como un suspiro, acarició mi cabeza.
Transmitió tal cantidad de paz que lejos de asustarme me relajó. Mis lágrimas
continuaron cayendo por las mejillas. Ya no las secaba. Miraba al vacío sabiendo que
ella estaba frente a mí.
- ¿Qué te han hecho? . –Pregunté al aire.
- Pssss.
Respiré hondo al escuchar ese sonido. Era como cuando era pequeña, tenía miedo y mi
madre ponía su dedo en la boca y soplaba para que olvidara el tema y pensara en
cosas bonitas.
Ladeé triste la cabeza. La paz de su caricia no me abandonaba pero sabía que éste
sería nuestro primer y último encuentro sin el ordenador de por medio. Me tembló el
labio.
- Te echaré de menos.
En ese momento en el ordenador hubo un movimiento general. Se minimizó el chat, se
abrió solo un tratamiento de textos, y apareció una corta frase en una página en
blanco:
Y YO A TI.

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